PLAN TRIENAL 2024-2027
Iniciamos un nuevo trienio con la vista puesta en la celebración del 150 aniversario de nuestra asociación. Ciento cincuenta años desde que se aprobara el Estatuto de nuestra asociación, pensada por Don Bosco para organizar a los colaboradores de su obra.
Don Bosco creía en el compromiso de este grupo en todas partes del mundo, seguro de la fidelidad de Dios Padre, quien los ha llamado.
El camino que hemos ido recorriendo juntos a lo largo de los últimos trienios así lo demuestra:
Hemos dado pasos para que nuestros Centros Locales sean verdaderas comunidades, fraternales, donde el amor, el diálogo constructivo y el compartir encuentros sean primordiales. Donde el ambiente familiar se refleje en ser una comunidad abierta a quien nos quiera conocer.
Hemos querido actualizar nuestro seguimiento a Jesús, para que Su Palabra sea el centro de nuestras vidas y avanzar con espíritu misionero.
Nos propusimos soñar, como Don Bosco, de la mano de nuestra Madre, con nuestra Asociación, para desde nuestras raíces, favorecer un ambiente familiar sintiéndonos hermanos/as y poder hacer un mundo mejor para los jóvenes en el mundo.
Así que no podemos contar con mejor motivación para analizar en qué punto nos encontramos, retomar esos pasos que dimos al inicio de nuestra etapa en la Asociación y dar un impulso a la misma.
Concluimos el pasado trienio con una reflexión sobre la Asociación en nuestra Provincia, a nivel local y provincial, con la iniciativa ÁGORA 150. Apoyados en el análisis de los Centros Locales y las reflexiones de todos los participantes de nuestra Provincia de María Auxiliadora, recopiladas en las conclusiones del documento marco, vemos que somos una Asociación muy viva que sigue preocupada por hacer realidad el Reino en la sociedad en la que vivimos, haciéndonos presentes en multitud de situaciones familiares, sociales, eclesiales, con los jóvenes más desfavorecidos como principales destinatarios.
Nos preocupa la vida de nuestros Centros Locales, el tiempo compartido, las palabras dadas y escuchadas, cuidar los momentos de oración, … Y es que somos exigentes porque amamos nuestra vocación y sabemos lo que somos capaces de hacer con el impulso del Espíritu Santo.